Las deposiciones sin recoger y los orines de los perros se han convertido en un problema para las corporaciones municipales, cansadas de que las multas no surtan efecto.

Nos acompañan, nos alegran la vida, nos ayudan, detectan enfermedades, buscan drogas o explosivos y a cambio no exigen nada. Pero no siempre estamos a su altura y, a veces, la falta de civismo hace que acaparen titulares negativos y que se hable de ellos no por todo lo que nos dan sino por lo que ensucian.

En España ya hay más de 13 millones de mascotas registradas, según datos de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (Reiac), de las cuales un 93% son perros, un 6%, gatos, y el resto, conejos, sobre todo. De hecho, se estima que ya hay más animales de compañía que niños menores de 15 años.

El aumento del número perros preocupa a los ayuntamientos, que tienen que hacer frente a importantes gastos en limpieza (por recogida de deposiciones en aceras y jardines) y en mobiliario urbano, por la corrosión que provocan los orines. Las multas disuasorias no parecen causar efecto entre los propietarios irresponsables. Y hay quien emplea productos para disuadir a los perros que no sólo están prohibidos sino que son tóxicos como el azufre.

ELEVADOS COSTES PARA LOS CONSISTORIOS

Según el Ayuntamiento valenciano de Xirivella, que ha llevado a cabo un estudio sobre esta problemática, «un perro mediano genera 400 gramos de residuo al día (12 kilos al cabo de un mes) y, además, los orines provocan daños en el mobiliario urbano que suponen importantes costes para el Consistorio. Para que nos hagamos una idea, una papelera cuesta alrededor de 120 euros, un banco, 180 o una farola, 330.

Con este problema a menor escala se encontró el asturiano David Hevia. Y tras meses de investigación consiguió hallar una fórmula que resulta inocua para los peludos, pero que consigue su objetivo: que no orinen ni hagan sus necesidades donde no queramos que lo hagan como farolas, semáforos, fachadas de comercios y viviendas, aceras o en las ruedas de coches y motos aparcados…

«Mi mujer y yo nos compramos una casa en una pequeña aldea de Asturias. La casa había estado prácticamente abandonada y todos los perros del pueblo acudían allí a hacer sus necesidades. No quería tener problemas con los vecinos porque acababa de llegar y, además, venía de la ciudad y ya me veían como un tipo raro», confiesa entre risas. Por eso, se puso manos a la obra para pensar una solución alternativa, sobre todo, pensando en que estaba a punto ser padre y el pequeño se pasaría todo el tiempo en el suelo tocándolo todo.

PRODUCTOS TÓXICOS

Como buen químico, empezó a interesarse por todos los productos que había en el mercado para que los perros no hicieran sus necesidades, pero todos contenían productos tóxicos y cancerígenos.

Así que se montó un laboratorio a lo «Breaking Bad», y como Walter White se pasó tardes enteras hasta encontrar la fórmula perfecta. «Empecé a experimentar con productos naturales hasta que di con la receta un año y pico después», explica. «Lo probé y vi cómo surtía efecto. Los perros olían la zona, pero no hacían pis ni sus necesidades». Pero su empeño no terminó ahí. En los siguientes meses siguió mejorando la fórmula para que resistiera más tiempo en el suelo.

Junto a un amigo se dio cuenta de que este producto podía tener una rentabilidad económica, y en 2018 pusieron en marcha un prospección real de mercado: ofrecieron el antiorines a tiendas de mascotas e iban pidiendo su opinión a los clientes. «Si alguno nos decía que no había funcionado, íbamos hasta su casa para ver qué había pasado y resultaba que no lo estaba usando bien», cuenta.

Y al comprobar la buena acogida de su antiorines natural, una semana antes que se decretara el estado de alarma, Hevia montaba junto a Vanesa Fernández y Sergio Fernández Diecolpet, un laboratorio de investigación y desarrollo especializado en el diseño de productos veterinarios para el cuidado de las mascotas, y en el que el cuidado de la naturaleza está muy presente, ya que sólo se emplean «ingredientes naturales y ecológicos», apunta.

Pero llegó la pandemia y tuvieron que parar, aunque alguien tan inquieto como Hevia no podía hacerlo del todo. «Ese tiempo nos vino bien para desarrollar otros productos. Y a finales de año ya teníamos además del antiorines (que funciona también con gatos), un champú ecológico especialmente elaborado para mascotas con dermatitis atópica, o pieles sensibles, un limpiador para las patas y la cola tras el paseo y otro para desinfectar textiles, juguetes o la cama del perro».

Aunque en un principio su principal mercado fueron las tiendas especializadas de animales, pronto se dieron cuenta de que el producto también podría resultar útil a los ayuntamientos.

PROTEGER PUNTOS CRÍTICOS

«Nos dimos cuenta de que las administraciones locales tenían un problema muy grande con los orines y las deposiciones de los perros. Hay mucha gente incívica y el pis además provoca corrosión y daña el mobiliario urbano. Con nuestro producto, los ayuntamientos pueden ahorrar mucho en limpieza y en recambio de mobiliario», explica.

Por eso, han acudido a diversos ayuntamientos asturianos que se han mostrado interesados en su producto estrella, sobre todo, para proteger puntos críticos como monumentos, mobiliario urbano o parques infantiles.

«Nuestro antiorines es el único del mercado con sello Ecoitel (totalmente ecológico), con 100% de efectividad para evitar la micción de los perros en los lugares que no queremos y que, además, no afecta a la salud de los perros ni deteriora el entorno. El perro lo huele, pero no marca en ese sitio», asegura este químico profesor asociado en la Universidad de Oviedo.

Conscientes de que el mercado de las mascotas es un mercado creciente, les gustaría en un futuro que sus productos no sólo estuvieran en los canales especializados (tiendas de mascotas, centro veterinarios) sino también en los grandes hipermercados. Pero siempre fieles a su filosofía: «Preservar el medio natural».

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Diecolpet
Ciencia para mascotas